Los Henríquez Ureña nacieron en La República Dominicana. Eran hijos del Dr. Francisco Henríquez y Carvajal, presidente de la República, y además, médico, abogado, escritor, pedagogo y político. Su esposa y madre de cuatro hijos, no era otra que la poetisa Salomé Ureña, la gran poeta dominicana del sigo XIX, quien a su vez era hija de , Nícolás Ureña de Mendoza, costumbrista y político.
Me fascinó la historia de esta familia. Aquella casa aristocrática convertida en un verdadero santuario de estudio, tan diferente a lo que hacen con sus vidas muchos de los jóvenes ricos de hoy. Estudiar la vida y la obra de los Henríquez Ureña podría llevarnos años, pero es sin dudas, un esfuerzo investigativo que me habría encantado realizar. Lástima que ahora mismo no pueda. Pero reconozco que me habría encantado. Termino con un poema de Salomé Ureña. Espero sea de vuestro agrado.
ANGUSTIAS
(A mi esposo, ausente en Europa)
Torna a morir el sol. Así pasando
van de tu ausencia los terribles días,
en mi semblante pálido marcando
la huella de profundas agonías.
Torna a morir el sol. El hogar mío
de arpegios infantiles está lleno;
pero rueda del párpado sombrío
una rebelde lágrima a mi seno.
¡Podré, cuando regreses a mi lado,
rico de porvenir, rico de ciencia,
presentarte el tesoro inmaculado
de este grupo de amor y de inocencia?
¡Yo no lo sé! Cuando la muerte lanza
su aliento destructor sobre este suelo,
desfallece en mi pecho la esperanza
y me finge el terror mi hogar en duelo.
Yo no he visto en los círculos de Dante
más terrible ansiedad, más cruel angustia;
se rinde el corazón agonizante,
y el alma siento desolada y mustia.
¡Y tú sufres también! También los brazos
extiendes a tu hogar con el deseo,
y luchas del deber entre los lazos,
cual otro encadenado Prometeo.
¿Por qué dejé que tan prolija ausencia
así emprendieras en momento aciago,
si me siento morir sin tu presencia,
si en todo miro aterrador amago?
¿Si miramos los dos, lentas y frías,
entre duda y afán pasar las horas,
sin que calmen futuras alegrías
las nubes del pesar abrumadoras?
Imposible vivir así, llevando
la angustia en el espíritu, la muerte;
imposible vivir agonizando,
sin luz el mundo y la existencia inerte.
¡Acaba, llega! ¡Que el hogar sin calma
es de mis penas intimas remedo;
que tiemblo por los hijos de mi alma;
que la vida sin ti me causa miedo!
Salomé Ureña
TADEO