TONTERÍAS
Decía Forrest Gump, el personaje de la película homónima, que “tonto es aquél que hace tonterías”. Y a renglón seguido me pegunto yo: ¿Y qué hay del que piensa tonterías?
Si llegáramos a la conclusión de que el que piensa tonterías es tonto, pues tengo que aceptar que yo lo soy.
Así es. Me paso la vida pensando tonterías. Mi mente no es nada ordenada ni racional. Es más bien una mente que, en todo caso, mantiene una línea de pensamientos coherentes básicos que me permiten vivir y comportarme adecuadamente dentro de la sociedad.
Pero mi cerebro, tal vez como un mecanismo de rebeldía ante el mundo en el que vivo, se pasa la vida fabricando realidades paralelas que para mí son tan importantes como la vida real.
No es extraño que estando en posesión de una mente de estas características, me haya dedicado a escribir versos, o a moverme en el terreno profesional en el ámbito de las humanidades, pues el razonamiento lineal me aburre y me cansa. Digamos que me cuesta trabajo entenderlo. De ahí que las matemáticas, más que ninguna otra asignatura, me dieran tantos dolores de cabeza.
Los razonamientos que realizo pueden ser a veces tan poco coherentes, que llegan a desconcertarme incluso a mí mismo, y tengo la mala costumbre de decir cosas que me pasan por la cabeza y no me detengo a cuestionarme si lo que digo tiene demasiado sentido o no. Visto de ese modo, se puede decir que soy también un charlatán.
¿Por qué no me preocupo por corregir este comportamiento?
La verdad es que actuar de este modo es, en primer lugar, cómodo. Me siento feliz cuando puedo pensar, hablar y actuar con libertad. A veces mis palabras y actuaciones pueden resultar sumamente infantiles, y eso puede ser un problema para las personas mayores que me rodean, pero es tan agradable, me siento tan bien cuando me comporto como un niño, que no tengo pensado abandonar mis actitudes por pueriles que parezcan.
Por otro lado esto no me trae problemas existenciales porque ya dijo Jesús de Nazaret en la Biblia: “Sed como niños”.
Otra razón de peso para no cambiar, es que pensar, y echar fuera mis descabelladas ideas, no siempre, pero sí alguna vez, me ha dado grandes alegrías. He escrito cosas o he dicho cosas que a otros le han parecido geniales.
Ahora mismo recuerdo aquella mañana en que dejamos sola a la profesora de Filosofía Marxista allí en la facultad de Filosofía de la Universidad de la Habana, y nos fuimos todos a merendar algo. Al regresar, ante las quejas de ella por nuestra tardanza, se me ocurrió decirle una de esas cosas estúpidas que digo, pero que la hizo reír y que luego todos repetían como una canción de moda. Le dije a la profesora: “Barriga llena, corazón marxista”.
Tanto tiempo de mi vida me paso cocinando tonterías en mi mente, que la primera vez que pensé en crear un blog, se me ocurrió que debería ser un espacio dedicado a mis pensamientos tontos. Me encargaría de ponerlos por escrito. Al final nunca me atreví.
Pero hoy, caminando de regreso a casa, mi mente se inundó de estas tonterías nuevamente y decidí crear un post para recoger, (esta vez sí) tales ideas alocadas e insólitas que se me echan encima y me poseen.
Mi mente echó a funcionar cuando vi en un parque a una mujer con una perra en celo intentado impedir que otro perro la montara. La mujer, al parecer, no deseaba para nada que su perra se quedara preñada, así que hacía esfuerzos por apartar a aquel macho que se había lanzado sobre su mascota movido por el olor inconfundible que segrega una perra en celo.
Entonces me puse a comparar este aspecto de la vida sexual de los perros, con la vida sexual humana.
Los varones de la especie humana tenemos muchos problemas para darnos cuenta de cuando una hembra de nuestra misma especie está abierta e interesada en aparearse.
Este tema es un gran problema, porque un varón humano puede estar a veces toda una vida, para llegar a tener la certeza que una hembra le está abriendo las puertas de su cuerpo y de su vida.
Muchas veces, los varones, tan tontos como somos casi siempre, (en mi caso todo el tiempo) no nos enteramos de lo que está sucediendo hasta que la chica (no siempre lo hacen) se decide a desembuchar toda su rabia y su impotencia diciéndonos algo así como:
¿Tú eres tonto o te lo haces? Bueno, hay algunas más sutiles que te dicen: “Dice mi amiga que tu eres gay”.
Así que he pensado que los perros machos no tienen estos problemas. Ellos, como este perro de hoy, se lanzó a la perra desesperado y sin dudas de que ella estaba en celo. Qué felicidad la de los perros.
Incluso, la dueña de la perra, al ver corriendo hacia ella a aquel perro macho y a aquel otro macho dueño del perro, no pudo ocultar el estado de disposición sexual de su mascota. A lo mejor hasta pasaba vergüenza ajena al ver hinchados sus genitales, digo los de la canina. Los de ella, no lo sé.
Y me imaginaba yo, puesto que he pensado muchas veces que hay quienes se buscan un perro para relacionarse con otros seres de su especie, que podrían los científicos fabricar un medidor del deseo sexual humano.
Está claro que nosotros también desprendemos hormonas, las llamadas feromonas, que si bien nuestro olfato casi nunca es capaz de detectar concientemente, una máquina sí podría detectarlo.
Así que me imaginaba yo en medio de esa sociedad del futuro, y mirando una conversación futurista entre un hombre y una mujer, y él con el aparatito medidor del deseo femenino, le decía a la chica:
-Tú quieres acostarte conmigo.
-¿Qué dices? ¿Estás pirado o qué?
-No, mira, me lo dice este aparatito que me acabo de comprar.
-Pues revísalo, que seguramente se te habrá quedado sin baterías.
-Que no, que son nuevas.
-Pues amigo, ciento decirte que te han robado el dinero.
TADEO
Decía Forrest Gump, el personaje de la película homónima, que “tonto es aquél que hace tonterías”. Y a renglón seguido me pegunto yo: ¿Y qué hay del que piensa tonterías?
Si llegáramos a la conclusión de que el que piensa tonterías es tonto, pues tengo que aceptar que yo lo soy.
Así es. Me paso la vida pensando tonterías. Mi mente no es nada ordenada ni racional. Es más bien una mente que, en todo caso, mantiene una línea de pensamientos coherentes básicos que me permiten vivir y comportarme adecuadamente dentro de la sociedad.
Pero mi cerebro, tal vez como un mecanismo de rebeldía ante el mundo en el que vivo, se pasa la vida fabricando realidades paralelas que para mí son tan importantes como la vida real.
No es extraño que estando en posesión de una mente de estas características, me haya dedicado a escribir versos, o a moverme en el terreno profesional en el ámbito de las humanidades, pues el razonamiento lineal me aburre y me cansa. Digamos que me cuesta trabajo entenderlo. De ahí que las matemáticas, más que ninguna otra asignatura, me dieran tantos dolores de cabeza.
Los razonamientos que realizo pueden ser a veces tan poco coherentes, que llegan a desconcertarme incluso a mí mismo, y tengo la mala costumbre de decir cosas que me pasan por la cabeza y no me detengo a cuestionarme si lo que digo tiene demasiado sentido o no. Visto de ese modo, se puede decir que soy también un charlatán.
¿Por qué no me preocupo por corregir este comportamiento?
La verdad es que actuar de este modo es, en primer lugar, cómodo. Me siento feliz cuando puedo pensar, hablar y actuar con libertad. A veces mis palabras y actuaciones pueden resultar sumamente infantiles, y eso puede ser un problema para las personas mayores que me rodean, pero es tan agradable, me siento tan bien cuando me comporto como un niño, que no tengo pensado abandonar mis actitudes por pueriles que parezcan.
Por otro lado esto no me trae problemas existenciales porque ya dijo Jesús de Nazaret en la Biblia: “Sed como niños”.
Otra razón de peso para no cambiar, es que pensar, y echar fuera mis descabelladas ideas, no siempre, pero sí alguna vez, me ha dado grandes alegrías. He escrito cosas o he dicho cosas que a otros le han parecido geniales.
Ahora mismo recuerdo aquella mañana en que dejamos sola a la profesora de Filosofía Marxista allí en la facultad de Filosofía de la Universidad de la Habana, y nos fuimos todos a merendar algo. Al regresar, ante las quejas de ella por nuestra tardanza, se me ocurrió decirle una de esas cosas estúpidas que digo, pero que la hizo reír y que luego todos repetían como una canción de moda. Le dije a la profesora: “Barriga llena, corazón marxista”.
Tanto tiempo de mi vida me paso cocinando tonterías en mi mente, que la primera vez que pensé en crear un blog, se me ocurrió que debería ser un espacio dedicado a mis pensamientos tontos. Me encargaría de ponerlos por escrito. Al final nunca me atreví.
Pero hoy, caminando de regreso a casa, mi mente se inundó de estas tonterías nuevamente y decidí crear un post para recoger, (esta vez sí) tales ideas alocadas e insólitas que se me echan encima y me poseen.
Mi mente echó a funcionar cuando vi en un parque a una mujer con una perra en celo intentado impedir que otro perro la montara. La mujer, al parecer, no deseaba para nada que su perra se quedara preñada, así que hacía esfuerzos por apartar a aquel macho que se había lanzado sobre su mascota movido por el olor inconfundible que segrega una perra en celo.
Entonces me puse a comparar este aspecto de la vida sexual de los perros, con la vida sexual humana.
Los varones de la especie humana tenemos muchos problemas para darnos cuenta de cuando una hembra de nuestra misma especie está abierta e interesada en aparearse.
Este tema es un gran problema, porque un varón humano puede estar a veces toda una vida, para llegar a tener la certeza que una hembra le está abriendo las puertas de su cuerpo y de su vida.
Muchas veces, los varones, tan tontos como somos casi siempre, (en mi caso todo el tiempo) no nos enteramos de lo que está sucediendo hasta que la chica (no siempre lo hacen) se decide a desembuchar toda su rabia y su impotencia diciéndonos algo así como:
¿Tú eres tonto o te lo haces? Bueno, hay algunas más sutiles que te dicen: “Dice mi amiga que tu eres gay”.
Así que he pensado que los perros machos no tienen estos problemas. Ellos, como este perro de hoy, se lanzó a la perra desesperado y sin dudas de que ella estaba en celo. Qué felicidad la de los perros.
Incluso, la dueña de la perra, al ver corriendo hacia ella a aquel perro macho y a aquel otro macho dueño del perro, no pudo ocultar el estado de disposición sexual de su mascota. A lo mejor hasta pasaba vergüenza ajena al ver hinchados sus genitales, digo los de la canina. Los de ella, no lo sé.
Y me imaginaba yo, puesto que he pensado muchas veces que hay quienes se buscan un perro para relacionarse con otros seres de su especie, que podrían los científicos fabricar un medidor del deseo sexual humano.
Está claro que nosotros también desprendemos hormonas, las llamadas feromonas, que si bien nuestro olfato casi nunca es capaz de detectar concientemente, una máquina sí podría detectarlo.
Así que me imaginaba yo en medio de esa sociedad del futuro, y mirando una conversación futurista entre un hombre y una mujer, y él con el aparatito medidor del deseo femenino, le decía a la chica:
-Tú quieres acostarte conmigo.
-¿Qué dices? ¿Estás pirado o qué?
-No, mira, me lo dice este aparatito que me acabo de comprar.
-Pues revísalo, que seguramente se te habrá quedado sin baterías.
-Que no, que son nuevas.
-Pues amigo, ciento decirte que te han robado el dinero.
TADEO