EL GATO Y EL RATÓN
Hacía ya tiempo que notaba a mi gato un tanto extraño. Siempre fue algo silencioso y relamido, pero últimamente notaba algo en él que me tenía un poco preocupado. Le ponía su pescado frito, y aunque comía, no lo disfrutaba tanto como era de esperarse en un felino. Un día, tal vez por estar pensando en las musarañas, terminó clavándose una espina en el cielo de la boca, y tuve que llevarlo al veterinario para que se la sacara.
-¿Dónde se ha visto un gato pinchándose con las espinas de un pescado? Dijo el veterinario mientras le solucionaba el problema. Pero Cándido, que es como se llama mi gato, parecía como con la mente en las nubes. Ni se quejaba, ni solicitó un poco de anestesia como era de esperarse en un transe de este tipo. Dicen que los animales terminan pareciéndose a sus dueños, pero la verdad es que en esto, mi pequeño Cándido no se parece en nada a mí, o sino, que se lo pregunten a mi médico.
El hecho es que los ratones andaban campando a sus anchas por la casa y claro, ¿para qué quieres un gato sino es para que mantenga a raya a estos incómodos roedores?
Un día llegué a casa unas horas antes de lo previsto y me encontré al gato echado frente al ordenador y miraba el ratón informático de un modo peculiar. Parece que le llamaba la atención y yo dije:
-Caramba, en vez de interesarte por los ratones de carne y hueso. Algo está pasando en este mundo que vamos cada vez de mal en peor.
El caso es que Cándido no me quitaba ojo cuando me veía encender mi computadora. Desde su esquina, en el más absoluto silencio, escudriñaba con su mirada penetrante la caja cuadrada ante la que me sentaba yo con asiduidad. A veces se acomodaba en mis piernas buscando calor o cariño, pensaba yo.
¡Qué equivocado estaba con Cándido! Luego supe que sólo quería estar más cerca de la pantalla y de mis manos. Sus ojos seguían con astucia felina cada uno de mis movimientos, cada uno de mis vertiginosos juegos de manos recorriendo frenéticos el teclado haciendo aparecer ante ambos, el gato y yo, la maravilla de la informática y del Internet.
Pero anoche fue el no va más. En un momento en que bajé a la cocina a prepararme una limonada para combatir el excesivo calor, Cándido ocupó mi puesto apoltronándose bien en mi butaca.
Yo, tranquilamente, llené el vaso de agua, partí en dos rodajas el limón, las exprimí haciendo presión con mis dedos hasta agotar el zumo de la fruta. Acerqué el azucarillo y puse dos cucharadas grandes, como es mi costumbre, removí una y otra vez y al final, puse un chorrito de ron cubano. Subí a la habitación y me quedé sin palabras.
Cándido, todo lo rápido que pudo, cerró la página, pero lo había visto todo. Él dice que no, que son alucinaciones mías, que el alcohol de la limonada. Pero no me convence. Yo sé lo que vi y nadie me va a hacer pensar de otro modo.
-A ver si tomas ejemplo del gato con botas, le dije yo, y te dejas de esas cochinadas.
No sé si será el cambio climático o qué, pero la naturaleza está cambiando y al final, cuando nos queramos dar cuenta, ya esto no habrá quien lo pare.
Hacía ya tiempo que notaba a mi gato un tanto extraño. Siempre fue algo silencioso y relamido, pero últimamente notaba algo en él que me tenía un poco preocupado. Le ponía su pescado frito, y aunque comía, no lo disfrutaba tanto como era de esperarse en un felino. Un día, tal vez por estar pensando en las musarañas, terminó clavándose una espina en el cielo de la boca, y tuve que llevarlo al veterinario para que se la sacara.
-¿Dónde se ha visto un gato pinchándose con las espinas de un pescado? Dijo el veterinario mientras le solucionaba el problema. Pero Cándido, que es como se llama mi gato, parecía como con la mente en las nubes. Ni se quejaba, ni solicitó un poco de anestesia como era de esperarse en un transe de este tipo. Dicen que los animales terminan pareciéndose a sus dueños, pero la verdad es que en esto, mi pequeño Cándido no se parece en nada a mí, o sino, que se lo pregunten a mi médico.
El hecho es que los ratones andaban campando a sus anchas por la casa y claro, ¿para qué quieres un gato sino es para que mantenga a raya a estos incómodos roedores?
Un día llegué a casa unas horas antes de lo previsto y me encontré al gato echado frente al ordenador y miraba el ratón informático de un modo peculiar. Parece que le llamaba la atención y yo dije:
-Caramba, en vez de interesarte por los ratones de carne y hueso. Algo está pasando en este mundo que vamos cada vez de mal en peor.
El caso es que Cándido no me quitaba ojo cuando me veía encender mi computadora. Desde su esquina, en el más absoluto silencio, escudriñaba con su mirada penetrante la caja cuadrada ante la que me sentaba yo con asiduidad. A veces se acomodaba en mis piernas buscando calor o cariño, pensaba yo.
¡Qué equivocado estaba con Cándido! Luego supe que sólo quería estar más cerca de la pantalla y de mis manos. Sus ojos seguían con astucia felina cada uno de mis movimientos, cada uno de mis vertiginosos juegos de manos recorriendo frenéticos el teclado haciendo aparecer ante ambos, el gato y yo, la maravilla de la informática y del Internet.
Pero anoche fue el no va más. En un momento en que bajé a la cocina a prepararme una limonada para combatir el excesivo calor, Cándido ocupó mi puesto apoltronándose bien en mi butaca.
Yo, tranquilamente, llené el vaso de agua, partí en dos rodajas el limón, las exprimí haciendo presión con mis dedos hasta agotar el zumo de la fruta. Acerqué el azucarillo y puse dos cucharadas grandes, como es mi costumbre, removí una y otra vez y al final, puse un chorrito de ron cubano. Subí a la habitación y me quedé sin palabras.
Cándido, todo lo rápido que pudo, cerró la página, pero lo había visto todo. Él dice que no, que son alucinaciones mías, que el alcohol de la limonada. Pero no me convence. Yo sé lo que vi y nadie me va a hacer pensar de otro modo.
-A ver si tomas ejemplo del gato con botas, le dije yo, y te dejas de esas cochinadas.
No sé si será el cambio climático o qué, pero la naturaleza está cambiando y al final, cuando nos queramos dar cuenta, ya esto no habrá quien lo pare.
TADEO
6 comentarios:
Què gato este, mira que raro està todo, es que serà que los animales se estàn humanizando mucho? o serà que los humanos les damos esos ejemplos?
Tadeo, me imaginè la escena que describes, hasta me dieron ganas de tomarme esa limonada con ron y azùcar. Pero dèjalo probrecito que se entretenga un poco, la vida de un gato puede ser tan aburrida que un ratito de internet no le harà nada mal.
Un placer leerte.
Nanà
Querida Naná:
Escribí esto pensando en que sería bastante más leído y comentado que mis reflexiones sobre la condición humana, pero ya veo que me he equivocado. Bueno, a lo mejor es que la gente que me visita prioriza mis otros blogs y no pasan por éste. Besitos y gracias por comentar.
Tadeo
jaja, Tadeo, si el gato encontro esa pagina por algo sera, piensa y no le heches todita la culpa, espero se este portando mejor, pero bueno, cuidaleo mucho porque que se pinche con las espinas si esta mal, deberas darle al final terapia de grupo, jaa
besos
Dy
Querida Dayani:
Este gato me ha estado velando y parece que algo ha aprendido de su dueño. Es que sólo se le pega lo malo, jejeje. Besitos:
Tadeo
Que divertido relato y que gato mas listo... Yo tengo un gatito bicolor que tambien gusta de jugar con la PC pero como aun es pequeño seguro que no esta muy interesado en ver sitios tan atrevidos como los que visita el tuyo... Tendre que estar prevenida, con los gatos no hay que hacer demasiada confiaza.
Saludos desde México
Gracias, Ana, por tu lindo comentario. Aunque tarde, quería decírtelo. Un abrazo:
Tadeo
Publicar un comentario