Se aprovecha a cada paso del sonido particular de cada una de las teclas, ese sonido que ninguna puede dar por la otra. Mientras tanto nosotros, las teclas, nos ponemos a discutir pensando que sonamos mejor que las demás, y nos ponemos a contar las veces que Dios ha pasado su dedo encima de nosotros. El egoísmo y la vanidad nos mata, y en esa lucha, en esa desesperación de ensalzar ese acontecimiento que nos eleve, alimentando una vana necesidad de distinción, nos perdemos la música celestial del mejor de los pianistas.
TADEO
2 comentarios:
Hermoso pensamiento! Wow Bendiciones!! att: Jani :)
Gracias, Jani. Me alegra que te gustara este pensamiento.
Un abrazo:
Tadeo
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