Un segundo después de que Ángeles decidiera lanzarse al vacío desde la azotea de aquel rascacielos ya se había arrepentido. Siempre le pasaba igual. Apenas una decisión tomada entre temores, y segundos después la sombra del arrepentimiento aparecía como un fantasma en su conciencia. Pero esta vez Ángeles había ido más lejos. Su cuerpo se precipitaba al vacío irremediablemente. Esta vez su arrepentimiento no podía detenerla, no podía echarle el freno como tantas veces le había sucedido a lo largo de su indecisa vida. Estaba feliz por ello. -A veces cuesta horrores la felicidad, pensaba, mientras su cuerpo descendía a la tierra con una fuerza aproximada de unos 9, 8 Newton sobre Metro al cuadrado.
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