María Antonia había despertado muchas veces en medio de aquella pesadilla terrible en que un desconocido se abalanzaba sobre ella para violarla, así que aquella mañana en que escuchó la noticia de la aparición en el mercado de los tampones anti violación, pensó que por fin a alguien se le había ocurrido algo bueno. Se levantó dispuesta a encontrar y llevarse a casa unas cuantas cajas de este singular artilugio que provisto de cuchillas cortantes, convertirían su vagina en la boca de un lobo feroz, capaz de dejar fuera de combate al más temible de los violadores. No demoró mucho en encontrar lo que buscaba, así que pronto se vio de regreso a casa como una niña con zapatos nuevos. María Antonia por fin se sentía lista para enfrentarse al violador de sus sueños. Salía a la calle a altas horas de la noche y se paseaba por aquellos sitios donde había oído hablar de la existencia de hechos sexuales violentos, pero nada de nada. No aparecía la ansiada víctima. Parecía que la tierra se había tragado a todos esos depravados. Incluso se atrevía a mirar a los ojos a los hombres. Se les acercaba desafiante para ver si de este modo se producía la deseada experiencia sexual.Pero el tiempo pasó y María Antonia comenzaba a perder las esperanzas. Llegó a pensar que tal vez lo de comprar tantas cajas de aquellos carísimos tampones y utilizarlos durante años no había sido una buena idea. Un buen día, cuando ya estaba a punto de tirar la toalla, en el lugar más insospechado, un señor se le acercó por detrás y la apretó con fuerza contra su cuerpo. Ella sintió un sobresalto que no supo definir. No sabía si era miedo, rechazo, euforia, o qué. Lo cierto es que aquella presión masculina le estaba produciendo en el cuerpo una súbita explosión de satisfacción. Llevaba puesto su tampón antivioladores, así que no tenía nada que temer. Aquel señor más que angustia, le estaba dando placer, pero no placer sexual, es que sin saberlo le estaba dando sentido a los últimos años de su vida.Ella buscaba su excitación y deseba que a esas horas la erección no fallara. Como si de un amante se tratara le rogaba: -Por favor, penétrame, penétrame. Hazlo ahora, por favor.El señor no entendía nada y comenzaba a dudar si hacerlo o no. Al final, después de sopesarlo unos segundos, terminó por colocar su miembro viril en las entrañas de María Antonia. Luego del mete y saca inicial, y la cara de expectación de ella, parecía no suceder nada. Aquel señor se la estaba pasando bien, le gustaba sentirse dentro de ella. María Antonia le estaba proporcionando placer.Ella no entendía nada. Sus pensamientos corrían como el viento en busca de una respuesta, hasta que por fin reparó entre gemidos:-¿Sería la fecha de caducidad?
TADEO
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